9 abr 2022

Menos es aburrido

 

Complejidad y contradicción en la arquitectura
Robert Venturi
Editorial GG, 2021 (1966)

Escribía Vincent Scully en la introducción a Complejidad y contradicción en la arquitectura que se trataba del texto más importante sobre la producción arquitectónica desde que Le Corbusier publicara Hacia una arquitectura en 1923. Aunque él mismo considerara después esta afirmación como una provocación, se puede decir que el tiempo le ha venido a dar la razón.



Tal es así que el mismo Scully aprovechó la nota a la segunda edición de 1977 para reivindicar la extravagancia de su comentario, no sin lanzar sutiles mensajes (pequeñas puyas a toro pasado) a la crítica que lo había encontrado "gracioso o exasperante". En pocos años, el texto de Robert Venturi (1925-2018) se había convertido en una válvula liberadora de cierta ortodoxia en la interpretación de la modernidad que todavía se filtraba por los círculos intelectuales.

Para ponerlo en contexto, el mismo Venturi reconocía que el libro había sido escrito en 1962, cuatro años antes de ser publicado por primera vez, y con su experiencia como becario en la American Academy de Roma todavía reciente -allí había pasado varios años hasta 1956 y había coincidido con personajes tan importantes para la arquitectura norteamericana como Louis Kahn, con quien trabajó a su regreso a Philadelphia. Durante unos años desarrolló pequeños proyectos en colaboración con John Rauch, Cope y Lippincott -publicados, junto con sus comentarios, en el capítulo final del libro-, a la vez que se incorporaba como profesor a la Universidad de Pensilvania. Allí conocería a la joven profesora con Denise Scott Brown, con quien se casaría en 1967 (un año después de la publicación de Complejidad y contradicción) y empezarían a trabajar juntos a partir de 1969.

Por tanto, el libro de Venturi se gesta en ese período en el que trabaja como profesor de teoría de la arquitectura en la Universidad de Pensilvania, mientras hace sus primeros escarceos en el ámbito de la práctica. Probablemente ello justifica el que destinase un último capítulo a sus propias obras, en las que el autor pone en contexto sus decisiones de diseño con las estrategias de la complejidad y la contradicción que introduce y ejemplifica en los capítulos anteriores.

Venturi plantea el libro como un "manifiesto amable", arrancando con una declaración inolvidable:
Los arquitectos ya no pueden permitirse ser intimidados por el lenguaje puritano y moral de la arquitectura moderna ortodoxa. Prefiero los elementos híbridos a los "puros", los comprometedores a los "limpios", los distorsionados a los "directos", los ambiguos a los "articulados", los perversos a los impersonales, los aburridos a los "interesantes", los convencionales a los "diseñados", los integradores a los excluyentes, los redundantes a los sencillos, los arcaicos a los innovadores, los inconsistentes y los equívocos a los directos y claros (...) Prefiero la riqueza a la claridad de significado, la función implícita a la explícita. Prefiero "esto y lo otro" a "o esto o lo otro", el blanco y el negro, y a veces el gris más que el negro o el blanco (...) Pero una arquitectura de complejidad y contradicción tiene una obligación especial hacia el todo: su verdad debe estar en su totalidad o en su aspiración a la totalidad. Debe incorporar la difícil unidad de la inclusión más que la fácil unidad de la exclusión. Más no es menos."
Venturi está identificando la modernidad con una simplificación pintoresquista que resulta en arquitecturas mucho menos significativas y emocionantes que las que ha podido descubrir en Europa, particularmente en Roma. Utiliza el texto para demostrar las cualidades de la complejidad y la contradicción como inherentes y necesarias para la riqueza de la arquitectura, tanto en su dimensión funcional como simbólica. Reivindica un conocimiento y una comprensión de las estrategias formales que de manera estructural actuan sobre la arquitectura -ambigüedades, niveles contradictorios, convenciones, yuxtaposiciones-, propiciando una legibilidad clara y una capacidad evocativa de la forma y el espacio. Proyectos clásicos y modernos dan soporte a sus argumentos -también de manera fotográfica, profundizando en el relato del ensayo narrativo visual-, siendo el barroco y el manierismo los lugares donde sus referencias resultan más provocadoras y sugerentes.

Venturi está inaugurando esa reivindicación del simbolismo en la arquitectura que no tardaríamos en observar en otros autores de la semiótica y el estructuralismo -véase Umberto Eco y su Estructura ausente de 1968, o Renato de Fusto y su Arquitectura como mass media de 1970, además del propio Venturi, junto a Scott Brown e Izenour en Aprendiendo de las Vegas de 1972). A menudo se cita también la (no) casualidad de que el texto de Venturi se publicara el mismo año que La arquitectura de la ciudad de Aldo Rossi. Ambos hicieron el tránsito de la modernidad hacia la comprensión de la realidad y todas las dimensiones significantes de la arquitectura.

David H. Falagán