Emiliano López Matas
Puente editores, 2020
Fue hace ya más de 10 años cuando escuché hablar a Emiliano López por primera vez sobre la relación entre la Residencia de estudiantes casados de Harvard y San Gimignano en una conferencia. Aunque pintoresca, ya me pareció entonces que su investigación (y posterior tesis doctoral) iba a provocar curiosidad.
Fue hace ya más de 10 años cuando escuché hablar a Emiliano López por primera vez sobre la relación entre la Residencia de estudiantes casados de Harvard y San Gimignano en una conferencia. Aunque pintoresca, ya me pareció entonces que su investigación (y posterior tesis doctoral) iba a provocar curiosidad.
El ensayo que publica ahora Puente editores recoge el aprendizaje de esa tesis, resumido en dos reconstrucciones interesantes: la del proceso histórico, y la de la definición tipológica. El Married Students Dormitories (MSD) -rebautizado tras su inauguración en 1964 con el conocido nombre de Peabody Terrace- fue una propuesta singular de Josep Lluís Sert para la Universidad de Harvard en Cambridge (Massachusetts, USA). Sert había fundado allí su estudio en 1955, convertido poco después en la firma Sert, Jackson and Associates, y era por entonces decano de la Universidad (lo fue entre 1953 y 1969) y una de las voces más influyentes en el panorama de los estudios urbanos de la época.
La idea del proyecto MSD era original: incorporar a la trama urbana de la ciudad un complejo híbrido de torres y edificios bajos (respetuosa con el skyline de la ciudad desde el río Charles), proponiendo un programa residencial pionero en ofrecer viviendas de estudiantes a unidades familiares (a estudiantes casados que normalmente vendrían acompañados de sus parejas y, en su caso, sus hijos). Era singular por la propuesta del programa, pero también por las necesidades espaciales y urbanas que la población del complejo aportaría al campus (el MSD debía de albergar nada menos que 499 viviendas).
Como muestra la resconstrucción de Emiliano López, Sert propone un modelo de ciudad compacta investigando la unidad de agregación que permite las variaciones tipológicas y la combinatoria necesaria para la ocupación del lugar y la solución del programa. Sin embargo, lo hace incorporando valores cualitativos a los que el autor se refiere con el calificativo de "lo superfluo". "Hoy reconocemos que en el ser humano existe una eterna necesidad de lo superfluo, si entendemos por superfluo todo aquello que no tiene que ver con nuestras necesidades materiales", escribía Sert en 1959.
La relación entre lo racional y lo emocional formaba parte del debate de la época (en Estados Unidos y en Europa) aunque hoy nos suene algo pintoresco -como el paralelismo con San Gimignano. Sin embargo, queda una pieza de arquitectura que nos traslada a debates actuales: los modelos de vivienda colectiva, el espacio público, o la integración entre lo nuevo y lo existente.
David H. Falagán