Alejandro de la Sota
Puente editores, 2020
Leer los textos de Alejandro de la Sota (1913-1996) es un ejercicio extraordinario para comprender el contexto cultural al que se enfrentó la avanzadilla de la modernidad arquitectónica de postguerra en España. Y lo es tanto por el paisaje que perfila como por la sutileza con la que destila una vanguardia adogmática, respetuosa y rotunda.
Leer los textos de Alejandro de la Sota (1913-1996) es un ejercicio extraordinario para comprender el contexto cultural al que se enfrentó la avanzadilla de la modernidad arquitectónica de postguerra en España. Y lo es tanto por el paisaje que perfila como por la sutileza con la que destila una vanguardia adogmática, respetuosa y rotunda.
Para los no iniciados -si queda alguno- el perfil biográfico de Alejandro de la Sota puede parecer miscelaneo (arquitecto del Instituto Nacional de Colonización, funcionario en la Dirección General de Correos, profesor de la ETSAM, conferenciante internacional...), pero sobre todo será reconocido por algunas de las obras más importantes de la arquitectura española del siglo XX: el poblado Esquivel (1952-1963), el Gobierno Civil de Tarragona (1957-1964), o el gimnasio del Colegio Maravillas (1960-1962), por citar las piezas seguramente más populares.
Por la madurez de sus obras, incluso observadas desde una perspectiva internacional, podría parecer que la realidad cultural española se aproximaba a la modernidad reflexiva que se respiraba en la generación europea del Team 10. Basta leer los textos que componen este volumen para comprender que la situación distaba mucho de ese espejismo. Las observaciones de de la Sota le dejan a uno la impresión de la dificultad y la desorientación que debía haber en la arquitectura española de los años 50, 60, 70 del siglo pasado. Se trata en muchos casos de artículos de prensa (especializada y no) que muestran una preocupación inicial por el paisaje, la cultura constructiva local, la naturaleza, y que cada vez se orientan más hacia la profesión, la tecnología o las referencias a maestros que hoy nos pueden parecer elementales (Le Corbusier, Wright, Breuer, Neutra, Fuller...) La lectura cronológica también da idea del empoderamiento intelectual del personaje, desde su crecimiento como arquitecto a partir de sus propias experiencias, hasta la construcción intelectual de una idea de arquitectura que divulga en ámbitos profesionales y académicos, a través de su propia memoria de acceso a la cátedra de Elementos de Composición, o en pequeños manifiestos como "Por una arquitectura lógica", pieza que da nombre al volumen.
De la Sota escribe sin la intención de proponer dogmas -una definición dogmática de la arquitectura hoy no tiene validez, comenta él mismo-, pero cargando las palabras de sugestión, con un lenguaje entre la ingenuidad y la ironía, que muchas veces parece más cercano a la picardía. Reivindica la arquitectura con minúsculas -la arquitectura o es popular o es intelectual, lo demás es negocio-; la arquitectura humana -el ser humano normal y de un mínimo de sensibilidad, necesita de un mínimo de naturaleza-; y la arquitectura que mimetiza el paisaje -bastaría con que hiciéramos mimetismo con esas casas ya miméticas de campesinos y labradores y en mucho acertaríamos. Cuanto más se parecieran nuestras obras a las suyas, en menos peligros nos habríamos metido.
El mensaje de de la Sota a los arquitectos tiene mucho de reivindicación de la emoción de la propia existencia. Se refiere a nuestra capacidad para hacernos preguntas cuando sentimos la intensidad de la emoción arquitectónica. Cuando algo te gusta, piensa el porqué. Todo un manifiesto para una mirada sin dogmas.
David H. Falagán