The Strange Death of Architectural Criticism. Martin Pawley, Collected Writings
David Jenkins (ed.)
Black Dog Publishing, 2007
Este es el título del libro póstumo de Martin Pawley, uno de los críticos británicos de la segunda mitad del siglo XX, junto con Reyner Banham y J. M. Richards, y expresa un hecho inquietante: la crítica de arquitectura, tan influyente hace pocas décadas, hoy tiene un papel irrelevante. | This is the title of the posthumous book by Martin Pawley, one of the British critics of the XX Century-second half, along with Reyner Banham and J. M. Richards, and expresses a disturbing fact: the architectural criticism, so influential a few decades ago, today has an irrelevant role.
En el caso de la crítica de arquitectura se suman dos crisis, la cultural y la propia. Se enmarca en el fenómeno más general de la pérdida de papel representativo de los intelectuales progresistas, que, aunque existan, tienen menos posibilidades de expresarse en los medios que hace unos años. Y en el terreno de la arquitectura, la mala salud se percibe hoy mucho más al compararla con su periodo dorado, entre los años sesenta y ochenta, con figuras como Manfredo Tafuri, Aldo Rossi, Colin Rowe o Kenneth Frampton, yendo desde el espectro más radical y marxista hasta el más formalista, nostálgico y defensor de la autonomía de la arquitectura.
También se suma que el mismo saber de la arquitectura ha perdido papel decisorio y de liderazgo con relación al que tuvo en el periodo de entreguerras y en la posguerra, en que las políticas de vivienda, inspiradas por arquitectos, sentaron las bases del Estado de bienestar. Hoy la arquitectura y el urbanismo son serviles a los objetivos financieros e inmobiliarios, y tienen escasa iniciativa para plantear alternativas a lo que imponen los intereses dominantes. A este descrédito han colaborado la complicidad con la especulación, la corrupción y el alarde de poder.
Hay más factores que explicarían esta muerte tan hegeliana decretada por Pawley: lo que queda de la crítica está dominado por la cultura angloamericana, que sigue definiendo posiciones, como la poscrítica, los tecnoadministradores o los neopragmáticos. Y en este punto de inflexión, Peter Eisenman, con su negatividad, y Rem Koolhaas, con su pragmatismo, han potenciado la dispersión. En Europa quedan pocos focos de la crítica, más allá del grupo editorial de la revista Lotus en Milán y de facultades de arquitectura como la de la Delft University of Technology.
Otro factor que influye en la consistencia de la cultura crítica es que el mundo de Internet ha potenciado un panorama con innumerables protagonistas, sin los referentes míticos de otras épocas, como Karl Kraus, Jean Paul Sartre y otros. Hoy proliferan los intelectuales, por suerte, con más mujeres y con procedencias no eurocéntricas; se consolidan nuevas corrientes ecologistas, feministas y queer, pero su influencia y alcance quedan reducidos a ciertos ámbitos.
En el caso de Cataluña, el desinterés por la teoría es manifiesto y recurrente. La crítica y la historia la han escrito los mismos protagonistas, que se incluyen a sí mismos en sus escritos, como Oriol Bohigas o Helio Piñón; algo que sería inadmisible en otros campos artísticos. El gran teórico que tuvimos, Ignasi de Solà-Morales, es reconocido aquí por su gran personalidad y por ser el arquitecto del Liceo, pero no por el peso de su propuesta crítica, de alcance internacional. Somos un país que alardea de su pragmatismo y que no valora la actividad de la crítica. Por eso, los arquitectos profesionalistas y ambiciosos han creado sus propias agencias, lobbies y blogs, intentando medrar repartiendo placebo de crítica. Sin embargo, no habrá manera de conceptualizar, proponer alternativas y replantear la arquitectura si no se piensa desde la historia y la crítica.
Las nuevas teorías han de partir de otras coordenadas: rechazo a la pretendida autonomía de la arquitectura, sintonía con los medios de comunicación y con las posibilidades de las industrias locales, incorporación de los nuevos modos de trabajo colectivo y de cooperación. Se ha de avanzar en procesos en los que la abstracción recurre a mecanismos versátiles, como los diagramas; la arquitectura se centra en la vida y en la experiencia, y se reencuentra la vertiente activista y experimental que tuvo en otros momentos de transformación.
Cierta crítica está muriendo al mismo tiempo que ciertas premisas de rigor, honestidad y espíritu crítico no se valoran, pero van a surgir otras, imprescindibles para superar este panorama de imposturas, trivializaciones, autoelogios y fórmulas caducas.
Josep Maria Montaner
(Versión castellana publicada originalmente en El País, 11/04/2012)
[Comprar | Buy]
También se suma que el mismo saber de la arquitectura ha perdido papel decisorio y de liderazgo con relación al que tuvo en el periodo de entreguerras y en la posguerra, en que las políticas de vivienda, inspiradas por arquitectos, sentaron las bases del Estado de bienestar. Hoy la arquitectura y el urbanismo son serviles a los objetivos financieros e inmobiliarios, y tienen escasa iniciativa para plantear alternativas a lo que imponen los intereses dominantes. A este descrédito han colaborado la complicidad con la especulación, la corrupción y el alarde de poder.
Hay más factores que explicarían esta muerte tan hegeliana decretada por Pawley: lo que queda de la crítica está dominado por la cultura angloamericana, que sigue definiendo posiciones, como la poscrítica, los tecnoadministradores o los neopragmáticos. Y en este punto de inflexión, Peter Eisenman, con su negatividad, y Rem Koolhaas, con su pragmatismo, han potenciado la dispersión. En Europa quedan pocos focos de la crítica, más allá del grupo editorial de la revista Lotus en Milán y de facultades de arquitectura como la de la Delft University of Technology.
Otro factor que influye en la consistencia de la cultura crítica es que el mundo de Internet ha potenciado un panorama con innumerables protagonistas, sin los referentes míticos de otras épocas, como Karl Kraus, Jean Paul Sartre y otros. Hoy proliferan los intelectuales, por suerte, con más mujeres y con procedencias no eurocéntricas; se consolidan nuevas corrientes ecologistas, feministas y queer, pero su influencia y alcance quedan reducidos a ciertos ámbitos.
En el caso de Cataluña, el desinterés por la teoría es manifiesto y recurrente. La crítica y la historia la han escrito los mismos protagonistas, que se incluyen a sí mismos en sus escritos, como Oriol Bohigas o Helio Piñón; algo que sería inadmisible en otros campos artísticos. El gran teórico que tuvimos, Ignasi de Solà-Morales, es reconocido aquí por su gran personalidad y por ser el arquitecto del Liceo, pero no por el peso de su propuesta crítica, de alcance internacional. Somos un país que alardea de su pragmatismo y que no valora la actividad de la crítica. Por eso, los arquitectos profesionalistas y ambiciosos han creado sus propias agencias, lobbies y blogs, intentando medrar repartiendo placebo de crítica. Sin embargo, no habrá manera de conceptualizar, proponer alternativas y replantear la arquitectura si no se piensa desde la historia y la crítica.
Las nuevas teorías han de partir de otras coordenadas: rechazo a la pretendida autonomía de la arquitectura, sintonía con los medios de comunicación y con las posibilidades de las industrias locales, incorporación de los nuevos modos de trabajo colectivo y de cooperación. Se ha de avanzar en procesos en los que la abstracción recurre a mecanismos versátiles, como los diagramas; la arquitectura se centra en la vida y en la experiencia, y se reencuentra la vertiente activista y experimental que tuvo en otros momentos de transformación.
Cierta crítica está muriendo al mismo tiempo que ciertas premisas de rigor, honestidad y espíritu crítico no se valoran, pero van a surgir otras, imprescindibles para superar este panorama de imposturas, trivializaciones, autoelogios y fórmulas caducas.
Josep Maria Montaner
(Versión castellana publicada originalmente en El País, 11/04/2012)
[Comprar | Buy]
For criticism in architecture there are also two crises, the cultural and its own. It falls under the more general phenomenon of loss of a representing paper for the progressive intellectuals who, although they exist, are less likely to be expressed in the media that they were a few years ago. And in the field of architecture, poor health today is perceived much more as compared with its golden period between the sixties and eighties, with figures like Manfredo Tafuri, Aldo Rossi, Colin Rowe or Kenneth Frampton, ranging from the radical and Marxist spectrum to the more formal, nostalgic and defender of the autonomy of architecture.
In addition, the own architectural knowledge has lost decision-making and leadership role in relation to it had in the interwar period and after the war, in which housing policies, inspired by architects, laid the foundations of the welfare state . Today, architecture and urbanism are subservient to the financial and real-estate objectives, and have little initiative to propose alternatives to imposing the dominant interests. In this discredited complicity they have collaborated with speculation, corruption and the flaunting of power.
There are more factors which explain the hegelian death as decreed by Pawley: what remains of the criticism is dominated by Anglo-American culture that continues to define positions, such as post-criticism, techno-administrators or neo-pragmatism. And in this inflection point, Peter Eisenman, with his negativity, and Rem Koolhaas, with his pragmatism, have enhanced the dispersion. In Europe there are few sources of criticism beyond the editorial board of Lotus magazine in Milan and some schools of architecture like Delft University of Technology.
Another factor that influences the consistency of a critical culture is that the world of Internet has fostered a landscape with innumerable stars, without past mythical references, as Karl Kraus, Jean Paul Sartre and others. Today intellectuals proliferate, luckily, with more women and from non-Eurocentric origins; new environmentalists, feminists and queer flows are consolidated, but its influence and reach are reduced to certain areas.
In the case of Catalonia, the lack of interest in theory is clear and recurrent. Criticism and history have been written by the same characters, including themselves in their writings, as Oriol Bohigas and Helio Piñón; something that would be inadmissible in other artistic fields. The great theorist who we had, Ignasi de Sola-Morales, is recognized here for his great personality and for being the architect in charge of Liceo Theatre, but not by the weight of its critical proposal, international in scope. We are a country which boasts of its pragmatism and that does not value the activity of criticism. So professionalists and ambitious architects have created their own agencies, lobbies and blogs, trying to thrive delivering placebo criticism. However, there is no way to conceptualize, propose alternatives and rethink the architecture if you don’t think from the history and criticism.
New theories have to start from other coordinates: rejection of the alleged autonomy of architecture, attuned to the media and the possibilities of local industries, incorporating new modes of collective work and cooperation. It is to advance processes where abstraction uses versatile mechanisms, such as diagrams; architecture focuses on the life and experience, and meets the activist and experimental side that had at other times of transformation.
Some criticism is dying while certain premises of rigor, honesty and critical thinking are not valued, but others will emerge, which are essential to overcome this scene of imposture, trivialization, self-praise and outdated formulations.
In addition, the own architectural knowledge has lost decision-making and leadership role in relation to it had in the interwar period and after the war, in which housing policies, inspired by architects, laid the foundations of the welfare state . Today, architecture and urbanism are subservient to the financial and real-estate objectives, and have little initiative to propose alternatives to imposing the dominant interests. In this discredited complicity they have collaborated with speculation, corruption and the flaunting of power.
There are more factors which explain the hegelian death as decreed by Pawley: what remains of the criticism is dominated by Anglo-American culture that continues to define positions, such as post-criticism, techno-administrators or neo-pragmatism. And in this inflection point, Peter Eisenman, with his negativity, and Rem Koolhaas, with his pragmatism, have enhanced the dispersion. In Europe there are few sources of criticism beyond the editorial board of Lotus magazine in Milan and some schools of architecture like Delft University of Technology.
Another factor that influences the consistency of a critical culture is that the world of Internet has fostered a landscape with innumerable stars, without past mythical references, as Karl Kraus, Jean Paul Sartre and others. Today intellectuals proliferate, luckily, with more women and from non-Eurocentric origins; new environmentalists, feminists and queer flows are consolidated, but its influence and reach are reduced to certain areas.
In the case of Catalonia, the lack of interest in theory is clear and recurrent. Criticism and history have been written by the same characters, including themselves in their writings, as Oriol Bohigas and Helio Piñón; something that would be inadmissible in other artistic fields. The great theorist who we had, Ignasi de Sola-Morales, is recognized here for his great personality and for being the architect in charge of Liceo Theatre, but not by the weight of its critical proposal, international in scope. We are a country which boasts of its pragmatism and that does not value the activity of criticism. So professionalists and ambitious architects have created their own agencies, lobbies and blogs, trying to thrive delivering placebo criticism. However, there is no way to conceptualize, propose alternatives and rethink the architecture if you don’t think from the history and criticism.
New theories have to start from other coordinates: rejection of the alleged autonomy of architecture, attuned to the media and the possibilities of local industries, incorporating new modes of collective work and cooperation. It is to advance processes where abstraction uses versatile mechanisms, such as diagrams; architecture focuses on the life and experience, and meets the activist and experimental side that had at other times of transformation.
Some criticism is dying while certain premises of rigor, honesty and critical thinking are not valued, but others will emerge, which are essential to overcome this scene of imposture, trivialization, self-praise and outdated formulations.