Media-TIC
El Consorci de la Zona Franca - ACTAR, 2011
A veces los libros, especialmente los de arquitectura, tienen una intención más testimonial (en el buen sentido de la palabra) que narrativa. Especialmente es el caso de aquellas monografías que recopilan documentos que forman parte de los procesos de concepción, diseño, construcción e incluso ocupación de un edificio –me vienen a la memoria libros como MVRDV at VPRO, Toyo Ito: Sendai Mediatheque o The Yokohama Project: Foreign Office Architects, todos ellos publicados por Actar. En 2011 esta misma editorial, junto con el Consorci de la Zona Franca de Barcelona, ha publicado Media-TIC, un testimonio interesante sobre uno de los edificios más singulares producidos en los últimos años en Barcelona. Dediquemos unas líneas a comentar esta obra.
Media-TIC es un edificio promovido por el Consorci de la Zona Franca para el nuevo y flamante distrito 22@ de Barcelona. Se propone como contenedor administrativo para empresas vinculadas a las tecnologías de la información y la comunicación. Forma parte del conocido como Campus Audiovisual –que integra el Parc Barcelona Media– donde se aloja una pintoresca aglomeración de edificios singulares (valga la paradoja). Carlos Ferrater, Josep Benedito, MBM, David Chiperfield o Jordi Badia son algunas de las firmas que se dejan ver en el entorno.
El edificio está proyectado por la oficina Cloud-9, dirigida por Enric Ruiz-Geli. La trayectoria de este arquitecto es también particular dentro del panorama de la última arquitectura catalana. Sus orígenes no son convencionales, pues dedicó sus primeros años de profesión al diseño de escenografías y espacios efímeros. Esta procedencia teatral le ha convertido en unos de los principales promotores internacionales de lo que Terence Riley ha bautizado como “arquitectura performativa”. El edificio Media-TIC es, sin lugar a dudas, un ejemplo paradigmático de esta manera de pensar la arquitectura.
Media-TIC es un volumen prismático cuya estructura tiene una importancia fundamental en la configuración arquitectónica. Se trata de varios pórticos metálicos de grandes dimensiones, que cubren los 40 metros de luz siguiendo una de las orientaciones; de ellos se descuelgan una serie de tirantes que sujetan a tracción las bandejas de cada una de las plantas del edificio. Es lo que Banham habría considerado como “megaestructura” y no es difícil localizar algunos referentes.
Seguramente uno de los más importantes sería el Fun Palace, el gran proyecto que el arquitecto británico Cedric Price no pudo ver realizado en la década de los 60 del siglo pasado. En el Fun Palace, realizado en colaboración con la innovadora dramaturga Joan Littlewood, Price proponía un espacio cambiante, apropiable, multifuncional, al servicio del disfrute de las actividades teatrales y de la industria cultural del ocio. Para el desarrollo de la distribución del edificio, Price contó en su equipo con el experto en cibernética Gordon Pask, quien desarrolló sistemas matemáticos basados en la teoría de juegos para establecer una serie de parámetros de mutabilidad del edificio. Hoy podemos considerar al Fun Palace como uno de los embriones de la corriente arquitectónica más tecnófila que, con los años, nos ha ido dejando algunas piezas de gran interés. El Centro Georges Pompidou de Piano y Rogers en París o la Mediatheque de Toyo Ito en Sendai bien podrían servir como ejemplos comparables.
En el contexto español podemos citar 2 precedentes. Uno lo menciona el propio Ruiz-Geli en el artículo que redacta para la publicación: el Gimnasio del Colegio Maravillas en Madrid de Alejandro de la Sota. El otro fue utilizado en la crítica que le dedicó Xavier Monteys en el diario El País: la Banca Catalana en el Paseo de Gracia de Barcelona de Tous y Fargas. En ambos casos, la estructura que permite liberar las plantas inferiores se envuelve de un programa que la camufla o mimetiza.
En el Media-TIC, por tanto, la innovación no viene dada desde los aspectos estructurales, en los que se puede considerar que se sigue una determinada corriente arquitectónica, sino por la interpretación “escenográfica” o “performativa” de los dispositivos que se plantean para el control ambiental de las fachadas. En este sentido, se proponen diferentes soluciones dependiendo de las orientaciones, explorando una solución de nube artificial variable en colchones dinámicos de ETFE (un polímero cristalizado) en las fachadas que reciben mayor incidencia solar. Si bien la solución abre caminos sumamente interesantes, seguramente el contacto de las soluciones tecnológicas con los ocupantes del edificio es susceptible de “domesticarse”. Se trata de fachadas que han tenido en cuenta el contacto con el medio ambiente por encima del contacto con el propio usuario. El equilibrio en este sentido es, sin duda, uno de los retos para la arquitectura del siglo XXI.
Tanto las soluciones estructurales, como los planteamientos experimentales de la piel del edificio están detalladamente descritos en la publicación, lo cual permite poner en valor el intenso trabajo llevado a cabo por la oficina de Ruiz-Geli. Aquí se entiende cómo cada dato informático (byte) es utilizado como herramienta para la configuración del edificio. En el libro se reparten, además, una serie de escritos que analizan diferentes aspectos del edificio o ayudan a contextualizar sus aspiraciones. Autores como Daniel Giralt-Miracle, Agustí Obiol o Jeremy Rifkin aportan una dosis de reflexión a la abundantísima producción gráfica.
Foto: David Hernández Falagán
Una última apreciación sobre el edificio. La primera vez que lo visité, la estructura estaba prácticamente acabada y comenzaban a cubrirse las fachadas. Sin posibilidad de acceder al interior, recuerdo haber trepado a una de las vayas de protección de la obra para echar un vistazo al nivel inferior. La sorpresa fue mayúscula al encontrarme con aquel enorme espacio diáfano del vestíbulo. Había algo que lo hacía tremendamente atractivo y que, lamentablemente, el proyecto final no recoge: el vestíbulo aparecía como una plaza pública cubierta, comunicada directamente con la calle. Daba un sentido urbano y humano a la magnífica operación estructural. Después he sabido que, aunque esta era la intención inicial de los proyectistas, finalmente ha debido cerrarse por razones de “control”. Una lástima para la relación urbana del edificio con el entorno.
David Hernández Falagán